domingo, 3 de mayo de 2015

un poeta en la selva

Otra vez la poesía.

Poesía hecha cine. De qué otra forma podríamos definir a Fitzcarraldo (1982), una de las obras maestras de Werner Herzog y su actor fetiche, Klaus Kinski.

Fitzcarraldo es un apasionado amante de la ópera, que llega a lo alto del río Amazonas en Perú con el sueño de construir una ópera en plena selva. Los aristócratas locales se ríen y le llaman "el conquistador de lo inútil", pero él urde un plan tan audaz como su sueño, y tan fantástico también: con dinero prestado por su bella compañera, la madama Molly (Claudia Cardinale), compra un barco deshecho y lo refacciona para remontarlo río arriba, trasladarlo a un río vecino remolcándolo por tierra, y allí robarle por la espalda el oro negro llamado caucho a los magnates y financiar su obra.

El viaje que emprende, a través de escenarios naturales indescriptibles, semeja mucho al de Charlie Marlow por el río Congo en El corazón de las tinieblas, novela clásica de Joseph Conrad que fuera versionada tan genialmente por Francis Ford Coppolla en Apocalypse Now (peli que algún día habrá de ser dominguera, no hay duda). También son semejantes las dificultades que irá encontrando, y esa sensación de irse adentrando en un abismo, en una especie de bestia viva e inconmensurable que es la selva (una obsesión de Herzog que se plasma también en Aguirre, la ira de Dios). Pero el foco no está puesto del todo allí sino en el personaje, el "héroe" que sueña y va hacia el sueño como una flecha prendida fuego, cueste lo que cueste.

Para condimentar la experiencia que por sí sola es una fiesta, agreguemos el anecdotario de su filmación: es sabido que el proyecto entero estuvo a punto de fracasar y abortarse luego de meses de rodaje en la selva, debido a la multitud de problemas técnicos para resolver el traslado real del barco por tierra sin ningún efecto especial, por los conflictos entre el equipo de trabajo extranjero y los nativos que formaron parte de la obra, e incluso por la tensión creciente entre Herzog y el intratable Kinski, famoso por su salvajismo en la vida real. Hubo cambios de elenco que obligaron a filmar una y otra vez (uno de los actores que quedaron fuera a mitad de camino fue nada menos que Mick Jagger), y montones de trabajadores heridos e incluso muertos durante el rodaje.

Ya está, te convencí. Mirala y contame. Y si no conocías a Herzog y te encantó, podés seguir con sus otras películas e incluso leer el diario de filmación de esta obra, Conquista de lo inútil, donde Herzog demuestra un talento en la pluma al mismo nivel que en la cámara.


VER TRAILER 















domingo, 26 de abril de 2015

De la tierra para el universo



Si algún día entráramos en contacto con vida inteligente fuera de este planeta, imagino mensajes transmitidos a lo largo de años luz por antenas aún no diseñadas, y por supuesto, euforia a ambos lados del abismo espacial. Luego de las formalidades, en un clima más distendido, ellos nos preguntarían "che, y su planeta ¿qué onda?". Y nosotros les enviaríamos este video, "para que se vayan haciendo una idea".

BARAKA (1992), de Ron Fricke, es una especie de intento de síntesis de lo que ocurre aquí, sobre la superficie de este bólido giratorio que llamamos casa. Narrada en el idioma más universal que puede concebirse, que es el de la imagen, la música y el sonido ambiente, sin una sola palabra, se encuentra la vida en su forma vegetal y animal –incluso en una forma anterior al ADN pero en esencia igual, la de los volcanes, los ríos, los mares, las nubes, los crepúsculos–, y dentro de esa casa y ese conjunto en movimiento de la vida está la humanidad, esa especie tan peculiar, a la que podemos apreciar en sus diferentes culturas, etnias, variaciones sobre la misma esencia que se desenvuelve con la misma pasión y fragilidad con que se abren los girasoles y se yerguen los hormigueros.






Claro que hay un foco en esta especie en particular, y creo que su peculiaridad lo amerita: podemos ver sus colosales obras arquitectónicas, desde la Muralla China y los templos de Indonesia hasta las cumbres de Nueva York y el friso de ladrillos de La Paz. Podemos ver los diversos modos en los que esta especie se relaciona con la casa y el resto de sus habitantes: los que viven entre los árboles y los que transpiran en las estaciones de subte, los que trabajan la tierra día a día y los que perforan el pico a los pollos en líneas de producción.


Y se rescata entre tanta diversidad un hilo conductor: un sentido de lo sagrado que es practicado en cada cultura a su forma única e irrepetible, a través de ritos. Ritos que se cantan, ritos que se danzan, que se leen, que se llevan caminando en silencio, que se hacen entre todos, que se hacen en solitario, que se hacen en grupos reducidos para el resto.

Pero lo más interesante para un espectador occidental como somos nosotros es que, luego de toda esta elipse que recorre ritos, vestimentas, geografías y gestos quizás nunca vistos hasta el momento, cuando de pronto nos encontramos ante una ciudad moderna de las que conocemos tan bien por vivir en ellas o por verlas siempre en cine, televisión, diarios, fotos, carteles, hasta hacernos la idea de que son la forma de vida actual por antonomasia, al verla desde la distancia a la que fuimos llevados en sólo un puñado de planos lentos y asombrosos, no la reconocemos como propia, sentimos una repentina extrañeza ante el modo de vida que llevamos todos los días, y sentimos por lo bajo el mensaje de que nosotros somos los exóticos, puestos en la rueda de reconocimiento de este film, los de costumbres más complicadas, banales y corrosivas, si es que caben los matices al fin en una mirada tan plena como la que nos regala este artista que es Fricke junto a un colosal equipo de producción, que filmó en nada menos que veinticuatro países para reunir estos 96 minutos de éxtasis planetario.


Porque en el fondo, más allá de las sutiles críticas (tampoco las lleva al extremo, no se muestran los arsenales militares, las explosiones nucleares, las diversas formas de tortura que también existen en cada cultura y son parte de esta especie), prima el mensaje más grande y más valioso, ese mensaje que le enviaremos a nuestros amigos interestelares el día que podamos comunicarnos al fin. Y después de mandarles semejante postal, preparémonos para recibir la de ellos.




Una muestra de Bali, Indonesia:















domingo, 19 de abril de 2015

Jugar al cine mudo... y ganar.


The Artist (2011), de Michel Hazanavicius, es sencillamente una obra maestra del arte cinematográfico. Y apuesto que quedará como un clásico a través del tiempo, o al menos lo será para mí.

En primer lugar porque lleva la metáfora a tantos niveles que no hay ni por donde empezar. La metáfora del cambio en la ilustración del paso del cine mudo al sonoro, que es una metáfora del arte también, en su condición siempre provisional, nunca acabada, en el paso de las generaciones que bien pueden arrasar con todo lo construido por sus antecesores, o bien pueden sintetizar las etapas, y crear el palacio nuevo con los ladrillos del viejo castillo.


Y hablando de síntesis, he aquí una síntesis genial del cine mudo y el sonoro. ¿Qué es The Artist -podemos preguntarnos-, una película muda o sonora? Y no habrá respuesta exacta a un planteo tan dicotómico. Porque el gran juego estético que plantea Hazanavicius es el de dar un paso atrás en la cuestión y jugar al diálogo entre esos dos géneros. En todo caso, es una película muda en el siglo veintiuno, y como decíamos de las generaciones en el arte, no se puede esperar que al hacer una "película muda" en este tiempo un director se prive de usar todas las herramientas del cine sonoro que tiene a su alcance. Incluso sería un crimen de lesa creatividad no usarlas.


Si estoy divagando mucho en cuestiones teóricas, discúlpenme pero el material que aporta esta película es extraordinariamente inspirador. Miremos sólo la primera escena. Una sala de cine a principios de siglo veinte, el estreno de una película muda musicalizada por una orquesta en vivo. Lo que estamos viendo aún no es cine mudo. Recién lo empieza a ser cuando el estreno proyectado termina, y vemos al público aplaudir pero no escuchamos nada. A partir de ahora estamos en una película muda, y comienza su propia musicalización, a cuyo ritmo se moverán los personajes con las exageradas muecas fieles al estilo. Y esto fue sólo el primero de una catarata de guiños y pases de magia que son como chispazos que iluminan lo que en sí ya es un guión estupendo interpretado por bestias como Jean Dujardin, John Goodman y Bérénice Bejo. Empieza siendo sonora, se convierte en muda, va y viene hasta que al final... contame vos.


Podría escribir cien párrafos describiendo una por una esas magias, pero no tendría sentido; lo que más sentido tiene es que te muestre una de mis escenas favoritas, una de esas que te ponen la piel de gallina cuando la mirás. Te propongo mirarla tres veces: la primera, reíte; la segunda, no despegues la mirada de la cara del protagonista (Dujardin), y vas a entender por qué digo "bestia"; la tercera, prestá atención a la música, y a cómo está compaginada la escena con ella.





Y ahora nada puede tener más sentido que vayas al enlace de abajo y la veas completa. Si sos un alma sensible (si estás leyendo este blog lo sos) puedo apostar que no te vas a olvidar de esta película.





domingo, 5 de abril de 2015

una de ángeles

In weiter Ferne, so nah! (Tan Lejos, Tan Cerca! - Alemania, 1993) 


No es Hollywood. Ni siquiera cuando Hollywood, en su afán absolutista, intenta ser flashero. Esto es poesía hecha cine. Sale de otro lado. Esto es 100% obra de arte. Al menos yo no veo un rastro de mercancía, de entretenimiento masivo. Acá hay un gran director, Wim Wenders, uno de los grandes maestros de las últimas décadas, famoso por, entre otras películas, El Cielo sobre Berlín, también conocida como Las Alas del Deseo, de la cual ésta es una autosuficiente y tremenda secuela.

Y grandes actores. Otto Sander, Bruno Ganz, Nastassja Kinski, Peter Falk, y el entrañable pero no menos inquietante Willem Dafoe. Un guión, es decir, un argumento, un desarrollo narrativo y diálogos que parecen de una novela de Víctor Hugo. Tomas sobre Berlín como la que está abajo, de una imponencia que nos va ganando, que nos hace ver por la mirilla de la puerta el mundo que viven los ángeles.





La mirada de los ángeles sobre la tierra, sobre el hombre y la mujer, sobre el tiempo. Seres mitológicos, inmortales, que admiran y anhelan a las criaturas que acompañan detrás del hombro, desde la cuna hasta el abrazo final. Habrá uno de ellos que de pronto lo logre. Se convertirá en un hombre y empezará a ver el mundo en colores... quise decir, en dolores. Entenderá de una vez la condición humana, la soledad, el vacío, la carrera hacia la muerte, desde el otro lado.

La pregunta que nos surge al ver sus repentinas desventuras es, claro, si vale la pena. ¡Salvate, amigo, escapá del reloj mientras puedas! Eso gritamos nosotros, con nuestro reloj sobre los hombros.

Calificación: basta de ponerle números a las cosas. La película te llena el alma. Y a quien necesite chapa le diremos que ganó el Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes 1993. Dominguera si las hay.













domingo, 29 de marzo de 2015

La era de las SUPERPELIS

 

"¡Es un video juego!"




"¡Es un cómic!"





 "¡No!"






   
"¡Es el sueño del pibe!"





Scott Pilgrim vs. The World (2010) de Edgar Wright es la traslación a la pantalla de la historieta homónima de Bryan Lee O'Malley, en la que un pibe canadiense se enamora de una yankee recién llegada y súper cool, pero para quedarse con ella debe vencer a sus siete malvados ex-novios. Un argumento típico de juego de Arcade, desde el Mario Bros. hasta el Final Fight.


Y de hecho la peli es pirotecnia permanente. Explota al máximo la cruza de estos espacios, cine, cómic, video juego, entrelazando sus estéticas, sus códigos de narración y el conjunto de sus paradigmas para crear una súper peli, a la que le falta nomás ser interactiva, dejar que el espectador apriete algún tipo de botón para ayudar a Scott en los momentos más críticos. Pero paciencia, no debe faltar mucho para que la tecnología nos deje elegir nuestra propia aventura largométrica.

Por lo pronto podemos disfrutar una y otra vez esta fiesta que casi, casi rompe las fronteras de la pantalla.


Calificación: K.O.







domingo, 15 de marzo de 2015

En el Oriente está el agite

Cada vez está más claro. Oriente no es sólo el futuro, es el presente. Hace poco vi un documental que muestra cuánto tomaron los hermanos Wachowski del manga japonés para construir The Matrix, la peli que nos voló la cabeza hace quince años. Y el animé se convirtió en el lenguaje de hacer lo que querés como querés.

Después de ver Kung Fu Sion (功夫, 2004) de Stephen Chow, entendí a los que dicen que en realidad Tarantino es un ladrón. No lo dejo de bancar porque hace una bomba nuclear atrás de la otra, pero en este film del joven Stephen Chow están presentes casi todos los elementos que le dan a aquél ese dinamismo exuberante, esos gestos de un surrealismo tan particular como cautivador. Lo único distinto es que acá, en Hong Kong, no suena a truco, no es exotismo ni eclecticismo cosmopolita, es el auténtico imaginario oriental en pleno uso de la modernidad cinematográfica.


Sobre la estructura de una historia sencilla, típica, predecible, se monta lo que realmente importa: una serie de combates de kung fu a cargo de maestros históricos del género, combinados con efectos especiales que pueden traer a la memoria tanto a Matrix como a los Looney Tunes, sin ningún tipo de filtro. El resultado es diversión permanente, unas buenas carcajadas y momentos de belleza memorable.


Calificación: 8 Kurosawas

¡Atención!: No confundir con "Kung Fusion" (Kung Chow, EEUU), réplica hollywoodense baratísima, que te puede hacer reír 2 minutos, pero tarde o temprano cansa por su apelación constante a la estupidez.

Acá va una escena:




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VER LA PELI COMPLETA

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domingo, 8 de marzo de 2015

Aria de Catarsis


Philadelphia (1993) de Jonathan Demme, es una película claramente hollywoodense. Estamos en la región del pochoclerismo. No obstante existe también la belleza pochoclera, además de la extensa zona gris donde películas que pueden verse como un entretenimiento superficial, un cine fast food, al mismo tiempo presentan capas más profundas donde fluye el arte que tanto amamos.

En el caso de esta peli, el concepto artístico, la mirada que busca el más allá, está presente en ciertos elementos de la dirección, como el uso incisivo del "primerísimo primer plano"(se ve sólo la cara del personaje) en un leve contrapicado (la cámara mira desde abajo), que resalta ciertos gestos de los personajes con una suerte de sutil expresionismo, o en cambios de la iluminación que van en el mismo sentido, como el que ocurre en la escena que veremos abajo, donde la sala se vuelve roja sin que venga a cuento, como si el director nos dijera en voz alta "¡Miren! ¡Algo está por estallar!". Confieso que no me termina de convencer; siento que se queda a medias entre afirmar un estilo personal –colocarse en el "cine de autor"– y conformar a todo el mundo con el formato pastel de Hollywood.

Pero si la belleza abunda en algún lugar de la película es en las actuaciones, sobre todo en la de Tom Hanks, quien ganó el Oscar, el Globo de Oro y el Oso de Plata (Festival de Berlín) al Mejor Actor, con lo que no queda margen para dudar de que, efectivamente, es extraordinario su trabajo.

Y gran actor y arriesgado director se encuentran en esta escena que vale todo el film: Andy Beckett (Hanks) le hace escuchar a su abogado (Washington) un aria de María Callas, La Mamma Morta, y llegamos al clímax de los dos procesos que viven los personajes. Beckett, enfermo de VIH, muestra su pasión por la vida a través de su pasión por la ópera, como preparándose para la muerte, y en su abogado se empieza a producir el giro, desde su homofobia rabiosa hacia la comprensión, hacia la sabiduría, a través de la compasión que lo desborda en esta escena. Veámosla.



Doblada al español:



(para no perderse la actuación de Hanks, recomiendo continuar con la de abajo)



En lenguaje original (o "actuación sin pérdida"):





Calificación: 7 Ettore Scolas



domingo, 1 de marzo de 2015

La obra maestra secreta

Martín (Hache)
de Adolfo Aristarain
1997

Cuando salió Martín (Hache) de Adolfo Aristarain yo tenía once años, y sin haberla visto quedó grabada en mi memoria con un fuego de misterio, de cosa prohibida. Recuerdo la noche en que mis padres la vieron, o hablaron de ella, y recuerdo la energía que los atravesó. Algo había ahí de lo que no se podía hablar.


Pasaron como quince años hasta que la vi, de casualidad, y entendí todo. Martín (Hache) es muchas cosas, tiene una densidad de contenido emocional y filosófico, una potencia de diálogos y actuaciones, que se me hace inabordable en un par de párrafos. Parece cine hecho por Dostoievski. Y entre todas esas cosas que es, es algo que atravesó mi propia vida y quizás la de "mi generación" que creció en los 90: es la paradoja insalvable del cruce de dos generaciones, la de los que vivieron los 70 y acaso pelearon por la revolución pero quedaron quebrados, escépticos hasta la insensibilidad y resentidos, y la de sus hijos, los que no conocieron la Unión Soviética ni la derrota, con toda la energía de la juventud girando en el vacío del nihilismo globalizado, del imperio absoluto de la nada televisada en vivo.

Esta llaga en llamas es el hilo conductor de la historia, entre Martín (Federico Luppi) y "Hache" (Juan Diego Botto), que se llama Martín como su padre pero fue apodado "Hache" para diferenciarlo, símbolo que lo ha dejado sin identidad, bajo la sombra del ego gigante y destructivo del padre.

Esta película me ha hecho llorar a carcajadas, y de la gente con la que compartí esta obra maestra secreta no hubo una persona que no se haya conmovido de una manera extrañamente singular. Será que "habla de nosotros", de nuestro tiempo (mejor dicho, del pasado reciente), de nuestra parte del mundo...

No hace falta decir nada más, tenés que verla, y vivirla de la forma única que te va a pasar a vos.

Calificación: 10 Tarkovskis

La cereza de este postre: la actuación gigante de Eusebio Poncela en el papel de Dante. Feliz encuentro de un guión audaz con un actor todopoderoso. Igualmente el cuarteto en el que falta nombrar a Cecilia Roth la rompe sin dejar rastro. Acá va una de las escenas más memorables:



Y agrego un pequeño monólogo de Poncela, de antología:







domingo, 22 de febrero de 2015

TODOS SOMOS PASTERNAK

Sí, finalmente la redacción de Pelis Domingueras vio la "famosa película argentina" aclamada en el mundo entero, y si algo le ha quedado en la cabeza a manera de mensaje o moraleja, es que TODOS SOMOS PASTERNAK.

Por ende, aunque nos acusen de trillados, de diferidistas, de snobs, de groupies de Leo Sbaraglia o sobrinos del "tío" Darín, este domingo recomendamos Relatos Salvajes (2014), de Damián Szifron.

La mejor película de humor negro que haya dado el cine argentino, sin dudas. Cinco cortometrajes guiados por la lógica de la espiral, espiral de violencia, de tensión, de estrés, de venganza, todo crece hiperbólicamente hasta paroxismos inolvidables, como el del pobre Pasternak, con quien no dejamos de solidarizarnos.

Actores de la talla de Darío Grandinetti y Rita Cortese encarnan situaciones y personalidades demasiado argentinas como para no hacernos sonreír de entrada, sentirnos un poco reflejados y, por ese mecanismo especular, ser cómplices de esas kafkianas víctimas de la sociedad en su repentina sublevación maníaca, hasta las últimas consecuencias. Menos mal que estamos del otro lado de una pantalla.

Calificación: 9 Fontovas Con Bigote.


No hay que ver los trailers antes de las pelis, es como leer la contratapa de las novelas, como leer el prospecto de los remedios. Pero no hay otra cosa en Youtube así que:








martes, 17 de febrero de 2015

Instrucciones para hacer dedo en la galaxia (bonus track)

Un finde largo pide bonus track, y aquí lo tenemos: The Hitchhiker's Guide to the Galaxy (2005), una creación de Douglas Adams. Frescura y flash permanente, carcajadas y acertijos, como si lo mejor de Futurama se hubiera convertido en cine.

La Tierra es demolida en un instante por el ministerio galáctico de obras públicas, ya que se encontraba en el paso de una nueva avenida interestelar. Arthur Dent es salvado de casualidad por un amigo que afortunadamente era extraterrestre y sabe hacer dedo. Los levanta una nave ministerial llena de burócratas llamados Vogones, que proceden a arrestarlos y arrojarlos de nuevo al espacio.

Lejos de morir, lo que les depara a los viajeros –como a toda persona que hace dedo– es una aventura extraordinaria, que los llevará a bordo de la nave personal del clintoniano presidente de la galaxia, Zaphod, hacia el fondo mismo del gran misterio, "la Respuesta Definitiva: el sentido de la vida, el universo y todo lo demás".

¿Qué es Magrathea? ¿Qué es el Botón de Improbabilidad, la máquina de Pensamiento Profundo, el Arma Transmisora de Punto de Vista? ¿Qué es la famosa Guía del Autoestopista Intergaláctico? Dejá que te lo cuente Marvin, el robot más inteligente de la galaxia, acomplejado con una depresión paranoide crónica cercana a la de Woody Allen e interpretado por la voz de Alan Rickman.

Si todavía faltan motivaciones para verla, agreguemos dos palabras: Zooey Deschanel.

La cereza del postre: los cinco minutos del genial John Malkovich, como Humma Kavula, el feroz oponente de Zaphod en las próximas elecciones.


Calificación: 9 Matt Groenings





Aquí va el trailer original (en inglés):



(con subtítulos).


domingo, 15 de febrero de 2015

Enigmas del futuro

La peli de hoy es HER de Spike Jonze (2013), porque combina ciencia ficción y romanticismo de una manera tan original como sutil. De hecho, creo que es la película de ciencia ficción que menos efectos especiales usa desde La Jetée (que de paso recomiendo como cortometraje de la semana), ya que el uso de ese género es sólo el soporte para montar una historia de amor y una paradoja que la atraviesa: la posibilidad del amor entre un ser corporal y un OS, una inteligencia artificial. Un tema que sin duda se tratará en los programas televisivos de la tarde en un futuro cercano.

Hay sentido del humor, hay un uso de inserts y cutaways que me recuerda a Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (ya una moda recursiva, poner en foco el modo en que recordamos), hay momentos musicales etéreos, incluso una escena de alto voltaje erótico sin mostrar un solo pezón… Y un final que lo vale todo, donde la paradoja da un salto al abismo, y la imaginación del espectador es arrojada a un agujero negro existencial.

Lo último a recalcar es la interpretación de Scarlett Johansson como Samantha (la OS), porque le da una espesura hiper realista con nada más que su inconfundible voz, con un manejo de los registros, timbres y ritmos, que la vuelve por momentos más visible que el omnipresente Theodore (Joaquin Phoenix). Dato: Scarlett entró a la película en la postproducción para reemplazar a Samantha Morton, cuyo trabajo no funcionó. Sirva para entender cuán delicada era la cuestión y apreciar cómo fue resuelta.

Calificación: 8 Almodóvares.

Un fragmento:
–Eso es absurdo. Eres mía o no eres mía.
–Theodore... Soy tuya y no soy tuya.