domingo, 29 de marzo de 2015

La era de las SUPERPELIS

 

"¡Es un video juego!"




"¡Es un cómic!"





 "¡No!"






   
"¡Es el sueño del pibe!"





Scott Pilgrim vs. The World (2010) de Edgar Wright es la traslación a la pantalla de la historieta homónima de Bryan Lee O'Malley, en la que un pibe canadiense se enamora de una yankee recién llegada y súper cool, pero para quedarse con ella debe vencer a sus siete malvados ex-novios. Un argumento típico de juego de Arcade, desde el Mario Bros. hasta el Final Fight.


Y de hecho la peli es pirotecnia permanente. Explota al máximo la cruza de estos espacios, cine, cómic, video juego, entrelazando sus estéticas, sus códigos de narración y el conjunto de sus paradigmas para crear una súper peli, a la que le falta nomás ser interactiva, dejar que el espectador apriete algún tipo de botón para ayudar a Scott en los momentos más críticos. Pero paciencia, no debe faltar mucho para que la tecnología nos deje elegir nuestra propia aventura largométrica.

Por lo pronto podemos disfrutar una y otra vez esta fiesta que casi, casi rompe las fronteras de la pantalla.


Calificación: K.O.







domingo, 15 de marzo de 2015

En el Oriente está el agite

Cada vez está más claro. Oriente no es sólo el futuro, es el presente. Hace poco vi un documental que muestra cuánto tomaron los hermanos Wachowski del manga japonés para construir The Matrix, la peli que nos voló la cabeza hace quince años. Y el animé se convirtió en el lenguaje de hacer lo que querés como querés.

Después de ver Kung Fu Sion (功夫, 2004) de Stephen Chow, entendí a los que dicen que en realidad Tarantino es un ladrón. No lo dejo de bancar porque hace una bomba nuclear atrás de la otra, pero en este film del joven Stephen Chow están presentes casi todos los elementos que le dan a aquél ese dinamismo exuberante, esos gestos de un surrealismo tan particular como cautivador. Lo único distinto es que acá, en Hong Kong, no suena a truco, no es exotismo ni eclecticismo cosmopolita, es el auténtico imaginario oriental en pleno uso de la modernidad cinematográfica.


Sobre la estructura de una historia sencilla, típica, predecible, se monta lo que realmente importa: una serie de combates de kung fu a cargo de maestros históricos del género, combinados con efectos especiales que pueden traer a la memoria tanto a Matrix como a los Looney Tunes, sin ningún tipo de filtro. El resultado es diversión permanente, unas buenas carcajadas y momentos de belleza memorable.


Calificación: 8 Kurosawas

¡Atención!: No confundir con "Kung Fusion" (Kung Chow, EEUU), réplica hollywoodense baratísima, que te puede hacer reír 2 minutos, pero tarde o temprano cansa por su apelación constante a la estupidez.

Acá va una escena:




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VER LA PELI COMPLETA

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domingo, 8 de marzo de 2015

Aria de Catarsis


Philadelphia (1993) de Jonathan Demme, es una película claramente hollywoodense. Estamos en la región del pochoclerismo. No obstante existe también la belleza pochoclera, además de la extensa zona gris donde películas que pueden verse como un entretenimiento superficial, un cine fast food, al mismo tiempo presentan capas más profundas donde fluye el arte que tanto amamos.

En el caso de esta peli, el concepto artístico, la mirada que busca el más allá, está presente en ciertos elementos de la dirección, como el uso incisivo del "primerísimo primer plano"(se ve sólo la cara del personaje) en un leve contrapicado (la cámara mira desde abajo), que resalta ciertos gestos de los personajes con una suerte de sutil expresionismo, o en cambios de la iluminación que van en el mismo sentido, como el que ocurre en la escena que veremos abajo, donde la sala se vuelve roja sin que venga a cuento, como si el director nos dijera en voz alta "¡Miren! ¡Algo está por estallar!". Confieso que no me termina de convencer; siento que se queda a medias entre afirmar un estilo personal –colocarse en el "cine de autor"– y conformar a todo el mundo con el formato pastel de Hollywood.

Pero si la belleza abunda en algún lugar de la película es en las actuaciones, sobre todo en la de Tom Hanks, quien ganó el Oscar, el Globo de Oro y el Oso de Plata (Festival de Berlín) al Mejor Actor, con lo que no queda margen para dudar de que, efectivamente, es extraordinario su trabajo.

Y gran actor y arriesgado director se encuentran en esta escena que vale todo el film: Andy Beckett (Hanks) le hace escuchar a su abogado (Washington) un aria de María Callas, La Mamma Morta, y llegamos al clímax de los dos procesos que viven los personajes. Beckett, enfermo de VIH, muestra su pasión por la vida a través de su pasión por la ópera, como preparándose para la muerte, y en su abogado se empieza a producir el giro, desde su homofobia rabiosa hacia la comprensión, hacia la sabiduría, a través de la compasión que lo desborda en esta escena. Veámosla.



Doblada al español:



(para no perderse la actuación de Hanks, recomiendo continuar con la de abajo)



En lenguaje original (o "actuación sin pérdida"):





Calificación: 7 Ettore Scolas



domingo, 1 de marzo de 2015

La obra maestra secreta

Martín (Hache)
de Adolfo Aristarain
1997

Cuando salió Martín (Hache) de Adolfo Aristarain yo tenía once años, y sin haberla visto quedó grabada en mi memoria con un fuego de misterio, de cosa prohibida. Recuerdo la noche en que mis padres la vieron, o hablaron de ella, y recuerdo la energía que los atravesó. Algo había ahí de lo que no se podía hablar.


Pasaron como quince años hasta que la vi, de casualidad, y entendí todo. Martín (Hache) es muchas cosas, tiene una densidad de contenido emocional y filosófico, una potencia de diálogos y actuaciones, que se me hace inabordable en un par de párrafos. Parece cine hecho por Dostoievski. Y entre todas esas cosas que es, es algo que atravesó mi propia vida y quizás la de "mi generación" que creció en los 90: es la paradoja insalvable del cruce de dos generaciones, la de los que vivieron los 70 y acaso pelearon por la revolución pero quedaron quebrados, escépticos hasta la insensibilidad y resentidos, y la de sus hijos, los que no conocieron la Unión Soviética ni la derrota, con toda la energía de la juventud girando en el vacío del nihilismo globalizado, del imperio absoluto de la nada televisada en vivo.

Esta llaga en llamas es el hilo conductor de la historia, entre Martín (Federico Luppi) y "Hache" (Juan Diego Botto), que se llama Martín como su padre pero fue apodado "Hache" para diferenciarlo, símbolo que lo ha dejado sin identidad, bajo la sombra del ego gigante y destructivo del padre.

Esta película me ha hecho llorar a carcajadas, y de la gente con la que compartí esta obra maestra secreta no hubo una persona que no se haya conmovido de una manera extrañamente singular. Será que "habla de nosotros", de nuestro tiempo (mejor dicho, del pasado reciente), de nuestra parte del mundo...

No hace falta decir nada más, tenés que verla, y vivirla de la forma única que te va a pasar a vos.

Calificación: 10 Tarkovskis

La cereza de este postre: la actuación gigante de Eusebio Poncela en el papel de Dante. Feliz encuentro de un guión audaz con un actor todopoderoso. Igualmente el cuarteto en el que falta nombrar a Cecilia Roth la rompe sin dejar rastro. Acá va una de las escenas más memorables:



Y agrego un pequeño monólogo de Poncela, de antología: